The Price of Magic
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Mensaje por Mikkel A. Lindstörm Mar Feb 16, 2016 11:15 pm

Requiem
Hora inexacta | Kai | Pub 'The Hideout'
La cerveza empezaba a volverse agria en su paladar, al igual que cuando sujetaba la botella en la mano, sentía que esta se deshacía por arte de magia. Cerraba los párpados y sentía un gran pesar caer sobre él, además que la embriaguez empezaba a notarse en todos los poros de su piel. Ya era un hábito caer en el miserable hoyo en el que ahora vivía; rodeado de alcohol, alcohólicos, podredumbre y delincuencia. Era cliente constante en aquél pub, lo más “indecente” que podía encontrarse en Storybrooke, y ya era tan conocido, que el hombre de la barra adivinaba el pedido del danés antes incluso de que abordara el banco. Así, casi todos los días (excepto cuando tenía que trabajar), se las arreglaba para salir de su departamento, rengueando hasta que la cadera le doliera, y las manos le ardieran de buscar soporte en su bastón, hasta llegar al pub y tomar el licor que le tendrían preparado para entonces. Era la única manera que tenía para huir del infernal violín de Stefan, de la insistencia de Max para hacerlo sentir mejor, y sobre todo, era un camino que no llevaba a ningún paso que había dado con Kaira en el pasado. Era alguna forma de desligar su pasado con el de ella, desenredar los difíciles hilos que los unían, que en vez de que el tiempo los librara, solo lograba enredarlos más y más en la mente y el corazón de Mikkel. El karaoke del pub empezó a sonar y los alaridos de ciertos clientes vespertinos hicieron que el hombre arrugara la nariz y con sus manos apretara más la botella de alcohol. Bueno, aunque sea aún le quedaban las manos. Suspiró y se giró levemente en la silla, sintiendo una punzada molesta en la cadera. Notó a lo lejos a un hombre de rizos alborotados, más ebrio que una cuba, cantando a grito pelado los lyrics de alguna canción que a Mikkel le sonaba escéptica y desconocida. -¿No podría pagar porque apaguen esa cosa?- El ingeniero musitó, dando un largo trago a su bebida, intentando que el bar tender lo escuchara.

Irónicamente, cada trago que daba, mientras más ebrio se ponía, se sentía más a gusto con el recuerdo de Kai. Su sonrisa, sus ojos verdes y llamativos, su figura perfecta y femenina...pero sobre todo extrañaba su duro carácter que la definía, que la distinguía. Aún intentaba entender lo que vio ella en él, lo que pudo rescatar y que cuando había perdido la movilidad total de sus piernas, también esa esencia había desaparecido. Mikkel era un cuenco vacío, un ente que deambulaba por Storybrooke sin ser reconocido, sin ser llamativo. Pocas veces lograban reconocer al joven Linstörm debajo de esa barba espesa y el cabello largo y oscuro que llevaba. Los alaridos del chico al micrófono, empezaron de repente a llevar la paciencia de Mikkel a  un límite, además de que el nivel de alcohol en sus venas ya era mucho más del que podía soportar para actuar con normalidad. Un hombre pasó detrás de él y lo empujó. Sin querer, a propósito, Mikkel no dio segunda oportunidad de hacerlo, cuando se volvió con cierta violencia nada propia de él, y sujetó al hombre del cuello de la camisa, zarandeándolo con la fuerza que antes, mucho antes del accidente, había desarrollado. Sus piernas, inútiles, se enredaron en el banquillo, haciéndolo tambalear. -Eh, eh. Lindstörm-Alguien lo sujetó cautelosamente del hombro. Se sacudió el agarre y gruñó al hombre que lo había empujado.- Ha sido un accidente.- Dijo el mesero con dureza, jalando agresivamente a Mikkel de la chamarra. Aquél movimiento logró desestabilizarlo, haciéndolo caer del asiento. El hombre al que anteriormente Mikkel había provocado, aprovechó aquello para sujetar esta vez él el cuello del muchacho, levantándolo a pura fuerza bruta, para a continuación darle un buen golpe en la cara. Mikkel solamente sintió cómo un intenso y punzante dolor se clavaba en su nariz, pero el dolor fue momentáneo, pues el alcohol y la rabia lo cegaban, tanto de la razón como del agónico dolor.

-Ya basta.- La voz le llegó molesta al oído. Era molestamente familiar. No. ¿Que hacía él ahí? Sin en realidad pensar, sin controlar fijamente sus movimientos, Mikkel soltó un puñetazo al aire, acertándole al rostro del dueño de la voz que había reconocido. -Stefan- Escupió casi su nombre, pero cuando entendió las palabras que su lengua decía, parpadeó un par de vecez hasta aclarar el panorama. Todo era rojo, verde sucio. Todo olía a alcohol, a sangre. Su boca sabía a metal y la cara le punzaba. -¿Qué…?- Miró desconcertado a Stefan, que había recibido un golpe de su parte. Por una parte sintió cierta dicha por la maña que le tenía a su vecino pero luego sintió asco hacia sí mismo. ¿Qué hacía? Él no era así. No era un animal, pero lograba comportarse como uno. Perdido en su ebria y confundida melancolía, no entendió bien las palabras que salían de los labios de Stefan, pero Mikkel logró ver que sacaba su celular, y cuando entendió una palabra, ya era demasiado tarde.

Kaira.

No. ¿Qué hacía? Kai no podía verlo así. Pero las piernas no le funcionaban, la cadera le dolía y la cabeza le daba vueltas. Casi se desmayó cuando Stefan volvió a su lado, pues Mikkel ya no entendía en realidad qué estaba pasando.
Mikkel A. Lindstörm
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Mensaje por Kaira M. Stohl Dom Mar 27, 2016 11:35 pm

Requiem
Hora inexacta | Mikkel | Pub 'The Hideout'
Kaira encuentra seguridad en la certeza y el sosiego de sus hábitos. En su rutina estrictamente diseñada para mantenerla ocupada desde el segundo en que sus ojos, algún color no del todo decidido entre el verde y el azul, se abren por la mañana hasta que los mismos se cierran en algún punto entre la una y la dos de la madrugada. En todo ese lapso de tiempo, Kaira tomará una ducha —la temperatura del agua siempre algunos grados por debajo de lo recomendable— tras ejercitarse hasta que sus músculos prácticamente supliquen por piedad. Luego se dirigirá al Zoológico, donde sus funciones la mantendrán ocupada y distraída más horas de las estrictamente necesarias. En los días en que debe volver a casa —entiéndase por ‘casa’ el hogar de Eva o de Marco, dependiendo de la ocasión— hará el camino a pie, perdida en la música que sale de los auriculares y  le permite aislarse de la realidad. En los días en los que no tiene necesidad de moverse de su oficina, simplemente encontrará la forma de matar el tiempo hasta que los párpados le pesen tanto que no pueda mantenerse un segundo más despierta. Porque sus hábitos, Kaira se ha percatado en estos últimos meses, le ofrecen la seguridad que antes solía encontrar en el roce delicado de unas manos ásperas.

Pero aquello es historia y es precisamente por eso que cuando su teléfono suena, Kaira practicamente deja caer el aparato de pura sorpresa. No lo hace, por suerte, pero aún así pasan unos eternos segundos antes de que se anime a contestar, con voz dudosa. La persona del otro lado de la línea no se toma la molestia de identificarse, consciente de que Kaira sería capaz de reconocer su número y su voz. Y no es el desparpajo con el que él le habla lo que la extraña, como si se hubiesen visto el día anterior y no hacía tantísimos meses que ella ya no quería ni contarlos, sino que fuese capaz de hacerse escuchar a pesar del estruendo perceptible sin necesidad de acercar el teléfono a su oído. Pero Kaira es incapaz de entenderle a la primera, por lo que cuando Stefan repite que ‘Más le valía hacerse cargo de su bestia porque estaba fuera de control’, es solo lógico que la muchacha se pregunte a sí misma si de casualidad no se encontrará soñando. Es la única forma en que Stefan podría haber dado a parar con alguno de sus caballos, ¿Verdad? La idea de proyectar a sus engreídos junto a Stefan es tan descabellada que la rubia no tarda en caer en cuenta de la realidad: No es a sus caballos a quienes se está refiriendo con ‘su bestia’.

Menos de quince minutos después, Kaira se encuentra abriéndose paso entre la multitud de gente que atiborra el Hideout. La música es tan estridente que la rubia practicamente puede sentirla contra sus sienes, contra los centímetros de piel que su chaqueta de cuero no es capaz de cubrir. No está segura si es eso, el roce indeseable de desconocidos que se rehúsan a dejarla pasar sin antes murmurarle cosas por lo bajo o el humo y la peste a perdición que amenazan con asfixiarla aquello que hace a su corazón latir tan rápido. Quizás simplemente es que se encuentra nerviosa. No había tenido oportunidad de pensar dos veces lo que estaba haciendo, después de todo. Era él de quien estaban hablando, por supuesto que Kaira había decidido echar por la borda todos los meses en los que, pedazo a pedazo, había intentado reconstruir su corazón. No estaba en ese antro por voluntad o elección, definitivamente. Sino porque cuando se trataba de él, Kaira no podía hacer más que dejarse arrastrar por aquello que los unía. Por muy retorcido y deteriorado que estuviese aquel ‘algo’ que aún la unía a él.

Solo es capaz de mantener la careta el par de segundos que le toma identificarlo. Sus puños se cierran de manera instintiva y el dolor de hundir sus uñas en la piel de sus palmas es suficiente para recordarle que el hombre que tiene enfrente es el mismo que, voluntariamente, decidió sacarla de su vida. La respuesta de sus defensas es instantánea, pero así como no tardan en alzarse para protegerla de lo que seguramente será una catástrofe para sus sentimientos, tampoco demoran más que unos instantes en deshacerse al ver el estado en el que se encuentra. Más roto y perdido de lo que se había atrevido a imaginar en sus dolorosos recuerdos. —¿Qué sucedió?—la pregunta va dirigida a Stefan, aunque su atención entera está centrada en el hombre a su lado. O lo que queda de él, en realidad. Su cuerpo, desmadejado y claramente intoxicado por el alcohol, se encuentra practicamente recostado entre el asiento y la barra y Kaira tiene un poco de dificultad para conseguir acercarse y examinarlo brevemente. La sangre en su rostro le preocupa, pero no observa nada roto y aunque Mikkel parece determinado a alejarla de él como si se tratara de una mosca que revolotea insistentemente a su alrededor, Kaira se las arregla para mantenerse a su lado, al tiempo que bisbisea suaves arrullos con la intención de tranquilizarlo. Sus manos permanecen en su rostro más tiempo del necesario y es solo porque el hombre parece incapaz de distinguir entre un elefante y una hormiga, que Kaira se permite aquellos segundos de debilidad. Un suave roce para apartar un mechón de cabello de su rostro, una pequeña caricia a su desaliñada y ensangrentada barba. Su debilidad es tanta que solo es capaz de apartarse tras dejar un beso efímero en su frente, consciente de que está siendo observada —y posiblemente juzgada— por su ex vecino, pero sin que aquello le preocupe en lo absoluto. Lidiará con las consecuencias de sus actos luego. —Debemos sacarlo de aquí. Ayúdame—no sabe si pide o exige, pero de igual forma, no espera respuesta mientras se posiciona al lado del ingeniero, pasando uno de sus pesados brazos por sobre sus hombros y tomando su bastón en la diestra. Su otra mano envuelve la cintura de Mikkel y solo cuando siente que es incapaz de levantar o mover el peso del hombre que ama—¿ba?—se digna a mirar a Stefan. —Tú me llamaste, tú me ayudas, señorito. Andando.—arrea, suspirando  de alivio al sentir que a pesar de sus quejas y murmullos, el rubio la ayuda a sacar a Mikkel de aquel lugar.
Kaira M. Stohl
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