The Price of Magic
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Mensaje por Freddie N. Gilmore Sáb Ene 30, 2016 1:21 am

Imagination has no age.
Parque | Jonathan Fisher | Medio día.
La noche anterior mi padre se había pegado media hora al teléfono hablando con mi profesora y anotando todo el trabajo que debería hacer para reponer aquellas clases que me había saltado las últimas semanas. Era la peor noche siempre la peor noche y pasaba cada 15 días. Mi padre después de colgar me leía todo lo que debía hacer y lanzaba la amenaza de que mañana al volver del colegio, no me dejaría levantar de la silla a menos que terminara todos los deberes. Después venía mi argumento sobre lo peligroso que podía ser someter a un niño de mi edad a tanto trabajo innecesario. Nunca funcionaba. Después venían las muy variadas razones por las que mis ideales estaban en contra de hacer la tarea de la misma forma como sus ideales estaban en contra de usar la corbata de patitos que le había regalado la primera navidad que pasé con él. Tampoco funcionaba. Normalmente la discusión continuaba y él se cansaba de escucharme y se iba a su oficina dando un portazo o me mandaba a mi habitación sin cenar. No se podía razonar con este hombre y sabía que me obligaría a realizar los deberes en cuando volviera a casa de la escuela…si de hecho iba a la escuela y regresaba a casa.

Escaparse esta clase de días siempre era difícil. Mi padre detenía su auto hasta verme entrar en la escuela y mi profesora me recibía en la puerta para que no corriera por los pasillos y saliera por una ventana. Nunca había logrado escaparme en esos días, pero hoy había cambiado la estrategia. No iba a permitir que mi padre me llevara a la escuela y la forma de lograrlo era realizando cada cosa a paso de caracol sobre tortuga. Los waffles nunca se cortaron más lento que esta mañana por mí. En la ducha, cuando mi cabello estaba más limpio que nunca me puse a leer el reverso de los envases de shampoo. Meter los libros a la mochila jamás fue algo tan complicado como en esta mañana cuando deliberadamente metí el libro de lecturas en lugar del libro de ciencias cuando el horario exigía lo contrario. Poner los libros correctos no llevó tanto tiempo como el hecho de que saqué de nuevo todo para asegurarme que no había metido una escuadra en lugar de una regla o plumas en lugar de lápices de colores. Cuando por fin me abroché los cordones de los zapatos mi padre ya se había ido a su trabajo, confiando en que me subiría al camión de la escuela.

No puedo negar que al salir de casa, después de que el dichoso camión se había marchado de aquella calle, me sentí un poco mal por traicionar la confianza de mi padre de esa forma pero ¿qué puedo hacer? Uno tiene que hacer decisiones extremas cuando lo amenazan con ponerlo a hacer tarea. Aún era temprano, tenía todo el día para divertirme y cuando la tarde cayera podía ir a casa de Daisy para ver una película juntos mientras mi padre enviaba a su secretaria a casa para que se asegurara de que yo estaba haciendo los deberes de la escuela. Cuando la noticia de que yo no estaba llegara a sus oídos él iría a buscarme me arrastraría de vuelta a casa pero ya sería muy tarde y la hora de dormir para un niño de ocho años es importantísima y no se debía alterar. En conclusión, aquel día no habría tarea. Ya pensaría por la noche un nuevo plan para evitar la tarea durante el fin de semana.

—Y fue así como pude tomarme el día para venir a alimentarlas, chicas— deshice el pan en mi mano y lancé las miguitas a las palomas que estaban frente a la banca.—No quiero alagarlas mucho pero son mucho más guapas que las niñas de mi clase y más agradables que mi profesora— sacudí mis manos para que ningún resto de pan se desperdiciara para después buscar en el fondo de mi mochila una barra de chocolate y acompañar a las palomas en el almuerzo pero habían tantas cosas en la mochila que era difícil no mover la mano dentro de ella como si intentara atrapar un conejo dentro de un sombrero. La mochila terminó por caer de la banca, regando todo el contenido en el suelo y asustando a las palomas— ¡No! Lo siento mucho chicas, vuelvan—me arrodillé en el suelo, metiendo los colores, figuras de acción y un montón de dulces de vuelta a su lugar. Mi atención estaba en el cielo, esperando que las palomas volvieran pero en lugar de eso obtuve a una persona que me ayudaba a poner todo de vuelta a su lugar. —Oh, no se preocupe, yo puedo hacerlo. Si pone la rodilla en el suelo se le pegarán las migajas de pan y son para mis amigas—
Freddie N. Gilmore
Freddie N. Gilmore
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Mensaje por Jonathan L. Fisher Sáb Feb 06, 2016 9:21 pm

Imagination has no age.
Parque | Freddie Gilmore | Medio día.
Los científicos afirman que el universo se expande. Incluso si puede entender hasta cierto punto lo que físicos y astrónomos han dicho al respecto desde el descubrimiento de Edwin Hubble y Milton Humason, no es eso lo que en su mente le da mayor sentido y validez. Claro, él es un simple mortal, su mente no está llena de ecuaciones, sus ojos no contemplan el misterio del universo, y sin embargo, no requiere de ningún telescopio para poder acercarse. Su juicio es enteramente subjetivo, pero encuentra más fácil de aceptar ese postulado cuando mira en los ojos de los niños, en las galaxias ahí escondidas; cuando puede adivinar nébulas y cometas, planetas y sistemas en el sonido de sus voces mientras hablan. Ellos eran la prueba de que el universo se expandía, y si los adultos se los permitían, los pequeños conseguían expandir el universo en ellos también. Cuando nació su hermano su interior estalló formando un conjunto de sistemas, de galaxias nuevas mientras sostenía la nueva vida, dormida y confiada en sus brazos. Cuando el universo en Ben dejó de existir, el suyo también lo hizo y se quedó atascado en algún rincón. Dicen que los objetos más lejanos se mueven a mayor velocidad, con la luz que emanan tan lejana que no se alcanza a ver desde la tierra. No pudo evitar que su hermano se perdiera de ese modo, pero fue entonces cuando encontró lo que quería hacer con su vida. Si no podía evitar el movimiento, al menos quería ser testigo y protector, acompañar en silencio todas esas luces aunque no pudiera realmente verlas. Crecer no era el problema, hacerlo solo lo era. Nadie merecía aguantar las explosiones y los cambios del universo sintiéndose solos en la inmensidad de sus propios microcosmos.

Lleva sólo unos minutos escuchando la conversación entre el niño en la banca de al lado y las palomas. Tenía toda la intención de acercarse y preguntar por qué no está en la escuela, pero halla más honestidad y confianza en el relato que escuchan las palomas mientras comen las migajas de pan, de lo que probablemente habría encontrado de haberlo preguntado directamente. En sus manos está olvidado su almuerzo, un emparedado que hizo rápidamente antes de salir huyendo de su departamento. Los días libres son aburridos y desesperantes. Aunque Storybrooke es un pueblo pequeño, los casos en los que trabajan no son necesariamente pocos y aunque no es que él tenga complejo de héroe, sabe que hay muchos niños y jóvenes que necesitan ayuda, ¿cómo estar tranquilo en sus días libres cuando el único modo que tiene de ayudar es por medio de su trabajo?

El sonido de la mochila repleta al caer lo toma por sorpresa. Se levanta entonces, con toda la intención de ayudar a recoger cuando las palabras de Freddie lo alcanzan y lo hacen sonreír. — No te preocupes, prometo respetar el almuerzo de tus amigas. — lo dice enserio. Se mueve con cuidado, estirándose para tomar algunos de los juguetes que se han regado y se los acerca poco a poco. — Me llamo Jonathan Fisher — se presenta un momento después, cuando finalmente le entrega el ultimo juguete, con el que tuvo que estirarse tanto que casi rompe su promesa. Se levanta entonces y solo se aleja un momento para tomar su propia mochila y la bolsa donde descansa el emparedado de jamón. — ¿Te molestaría mucho si me uno a ustedes para terminar mi almuerzo? — pregunta, incluso si sabe que podría meterse en problemas, supone que acompañar al niño un rato en lo que termina de alimentar a las palomas es mejor que inmediatamente preguntar qué hace fuera del colegio y quiénes son y dónde se encuentran sus padres. — Tengo algo de pan extra que estaré feliz de ceder a tus amigas y un vaso de pudin que posiblemente te guste. También tengo papas fritas.

Le muestra el resto del contenido en la bolsa, esperando pacientemente a ver si aceptaba.
Jonathan L. Fisher
Jonathan L. Fisher
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