How long would it take to fall through the center of the Earth? | Trama secundaria. GRUPO D |

How long would it take to fall through the center of the Earth?

Minas subterráneas | 18:40 pm

HOW LONG WOULD IT TAKE TO FALL THROUGH THE CENTER OF THE EARTH?

MINAS SUBTERRÁNEAS | 18:40 PM

La tarde tocaba ya a su fin mientras los últimos rayos de sol desaparecían tras las siluetas de los árboles que conformaban el bosque de Storybrook y para Fakhîr Muajad, quien por todos era conocido por ser el director del único Hospital en kilómetros, la jornada comenzaba. Para el Árabe y para muchos otros voluntarios en Storybrook, quienes a pesar de haber trabajado todo el día, estudiado, etc., no habían podido decir que no a la hora de tender ayuda a su pueblo. Una convecina había desaparecido y no podían perder más tiempo en ponerse a buscarla.

Habían sido organizados distintas partidas para cubrir las posibles zonas de desaparición y Fakhîr, con más habilidades médicas que cualquier otro de los presentes, había sido destinado a la mina. Lo cierto es que ayudar a encontrar a una niña perdida era lo que menos le apetecía en el momento, pero el Juramento Hipocrático siempre le obligaba a tender su mano y disponer sus conocimientos al servicio de los demás, así que el no ser voluntario había quedado desde un principio descartado. Resolverían aquello cuanto antes y lo harían rápido.

Ya en la entrada de la mina, el hombre se detuvo para girarse hacia sus compañeros, para él (y a su juicio) unos, niños que no sabían demasiado bien lo que hacían. Los dos mayores rondaban los veinticinco y los menores... Por Alá. Eran críos. Exhaló un largo suspiro antes de alzar una mano y obligar de cierta manera al resto a detenerse igual que él. Era el mayor de los presentes y tenía a menores a su cargo. No era muy difícil adivinar que él iba a asumir el liderazgo de aquella pequeña expedición.

—No quiero que absolutamente nadie se separe, y que mucho menos se hagan los héroes ahí dentro. —Cortante, el hombre tomó el casco que prendía de su bandolera (en la cual ya se había encargado de meter un sencillo equipo de primeros auxilios para por si las moscas) y se lo enseñó al resto para que lo imitaran antes de ponerselo en la cabeza. El ayuntamiento les había provisto de ellos antes de salir de la plaza.— No toquéis nada y todo irá bien.

... Y que Alá se apiade de esa niña. —Completó casi en un susurro dando ya la espalda a sus compañeros. No había tiempo que perder.

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Minas subterráneas | 18:40 pm

Había sido un día largo, sobre todo por la desaparición de la señorita Elizabeth, que había dejado revuelo en la universidad. Se sabía que era querida por esos lares, sobre todo por los profesores, que hacía tiempo la conocían y sabían de sus buenas manías. Arthur era profesor de medio tiempo y prácticamente era nuevo, por lo que no estaba enterado de quién era realmente Elizabeth, además de las fotos que estaban colgadas por toda la universidad. Aún así, se había visto conmovido por el cariño que sus mismos alumnos tenían hacia la desaparecida, y se había vuelto voluntario para su búsqueda, aunque de rastreador no tenía ni un pelo, ni tampoco era sanador, bombero ni policía. Era un simple arquitecto que había sido aceptado en el grupo de voluntarios, sin embargo intentaría buscar valía a su trabajo y a sus habilidades, intentando ayudar así a encontrar a la señorita desaparecida.

Aunque cuando le otorgaron el grupo con el que exploraría, no pudo evitar fruncir el ceño. Conocía a uno de los más jóvenes del grupo, que estudiaba lenguas y a la otra chica, que rondaba por la misma edad que el estudiante, la había visto alguna vez en el pueblo. Con sus instintos de profesor, se sentía plenamente responsables de ellos, aunque aquello no le molestaba. Arthur tenía empatía con casi toda la gente y tenía un corazón noble, quizá bastante noble para su propia seguridad. La nobleza podía volverlo tonto, sobre todo cuando todos se veían en peligro, no dudaría dos veces en anteponer la seguridad de los demás ante la suya. Así que llegó a las minas. Evaluó la estructura en la que se adentrarían y organizó bien su equipo de seguridad. Como arquitecto, sabía de mecánica y de estructura; aquellas minas probablemente eran el lugar más inseguro de Storybrooke.

Se colocó el casco de seguridad, y se ajustó bien el cinturón en donde llevaba diversas herramientas que desde que estudiaba arquitectura, aún utilizaba. Miró a Fakhîr, el médico árabe del grupo y asintió ante sus palabras, dándole la razón, aunque en realidad su alma mater no estaba recibiendo del todo aquello. No era que se hiciera el héroe, pero quizá subestimaba su vida bastante, valorando más la de los demás. –Doctor Muajad.- Arthur se adelantó unos pasos hacia donde estaba el hombre y se puso a su altura.- Supongo que usted liderará la búsqueda.- Dijo como acierto más que cuestionamiento.- Déjeme ayudarle. Yo puedo asegurar la retaguardia.- Arthur elevó la vista y miró las estructuras por encima de ellos. Levantó un dedo y señaló hacia la madera podrida y vieja, además de las piedras que sobresalían sobre sus cabezas.- No soy médico, ni policía, pero por mis conocimientos de mecánica podría irles avisando las estructuras débiles.- Le propuso. Se giró hacia los demás-¿Todos vienen bien protegidos?- Cuestionó a los otros tres personajes de su grupo, pero sobre todo su mirada cayó sobre los estudiantes.

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MINAS SUBTERRÁNEAS | 18:40 PM

Ryan afirmó con un gesto comprobando que la cinta del casco estuviese bien sujeta. Tomó la linterna acoplada a la cinta elástica y la colocó correctamente sobre el casco.

─ Por aquí todo listo. ¿Alguien necesita ayuda con el fijador del casco o la cinta? ─ Se ofreció cordialmente, para Ryan todos eran desconocidos.

Aún no había entrado la noche mas el bajo sol de invierno acechaba con una temprana oscuridad. Sin embargo poco les importaría aquello momentos después cuando la tenebrosidad de las minas se cerniese sobre ellos y sólo importase la luz artificial de las linternas.

Observó como la oscuridad sumía el final de la cueva en único punto fijo. Esperemos que ningún valiente del grupo descubra ahora una reciente claustrofobia o su nictofobia. No hay vuelta atrás
Ryan no era una persona de muchas palabras y la situación tampoco inspiraba buen ambiente. Elizabeth era pequeña e inocente a sus ojos y no creía que se mereciese estar sola, perdida y fría. Y menos en la noche.

Una vez asegurado todo dieron comienzo a la búsqueda. El Doctor Muajad, a quien Ryan apenas conocía de vista, encaminó el grupo a la cabeza. El asiático le siguió y, tras él, el resto del grupo. A la cola, el joven señor Summers seguía cauteloso atento a algún posible fallo de los viejos puntales.

La imagen de Elizabeth no podía quitarse de la cabeza de Ryan. Recordaba todas las fotografías que habían colgado en los tablones del gimnasio y cómo nadie había dado pistas sobre su paradero. Se le encogió el corazón y, posteriormente, se armó de valentía. Esta noche Elizabeth dormiría en su cama.

Las pequeñas piedras, ocultas cada vez más por una abrumadora oscuridad, entorpecían a veces el camino mas Ryan era lo suficientemente ágil como para tropezar. Echó un momento la vista atrás mientras la luz exterior se lo permitía y observó al grupo.

─ Quizá no seamos el grupo más especializado, pero encontraremos a Elizabeth. ─ Comentó el asiático. A Ryan le gustaba fortalecer la confianza de sus clientes en el gimnasio pues solían dar más de sí, así que pensó que quizá ocurriese lo mismo con el grupo de búsqueda.

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MINAS SUBTERRÁNEAS | MUCHOS HOMBRES | 18:40 PM

Me había apuntado al equipo de búsqueda porque, desde que me enteré de la desaparición de aquella desconocida, casi no había podido ni dormir. ¡Y la gente sin hacer nada aún! Tardaron demasiado. Sólo de pensar... ¿y si alguno de mis pequeños se hubiera perdido por ahí? ¡Por todos los cielos, qué catástrofe! No me podía ni imaginar lo mal que lo estaría pasando la señorita Elizabeth en aquellos instantes. Con un poco de suerte habría sido encontrada por una familia de lobos y la habrían cuidado y dado de comer como a una más de la manada, con lo cual, no había posibilidad alguna de que estuviera en las minas. A no ser que la hubiera encontrado una familia de escarabajos.

El equipo de búsqueda que me había sido asignado no me daba mucha confianza. Eran todo hombres, ¡¿cómo podían poner a todo hombres en busca de una mujer?! Ni siquiera sabrían cómo pensaba ella. Chst. Y encima y como siempre, yo era la más pequeña de allí. Debería de haberme llevado a mi perro. Lo que sí que cogí fue un pequeño periquito, como bien había visto en muchas películas pues bien se sabía que si el animal dejaba de cantar, poco oxígeno quedaba. Y, por ahora, Piolín no dejaba de cantar en ningún momento.

Dejé que el ave se posara en mi hombro y, con tranquilidad, Piolín lo hizo, quedándose allí acurrucadito. No había visto necesidad alguna de llevar jaula pues el animal jamás me había dado problemas— Señor Muajad —dije asomando mi cabeza pelirroja entre los cuerpos de los otros hombres—, ¿podría ir yo delante? Piolín va conmigo —dije rápidamente a modo de justificación. Sin obtener respuesta me puse delante del grupo, poniéndome después el casco, el cual me bailaba un poco— No creo que ella esté aquí —me aventuré a comentar— ¿qué traería a la señorita Elizabeth a unas minas tan viejas como estas? —dejé la pregunta en el aire pues realmente, no iba dirigida a nadie.

Mientras caminaba poco a poco me dediqué a acercarme a las paredes y a inspeccionarlas. No sabía absolutamente nada de geología pero es que yo no estaba buscando piedras de ningún tipo, ni modo. Escarabajos, gusanos, escorpiones... algo de eso debía de haber allí. Cacas de murciélago, sí, eso también lo buscaba. Siempre me había hecho ilusión tener un murciélago pero claro, nunca me habían dejado. Además, tampoco he visto uno de cerca en mi vida. Esta búsqueda sería algo bastante parecido al programa ese del tipo que se va a la selva y se pierde allí con todos los animales. ¡La encontré! Saqué mi teléfono e hice una foto a lo que parecía un excremento de murciélago. Realmente a la señorita Elizabeth no le gustaría nada haberse perdido por aquí.

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MINAS SUBTERRÁNEAS | 18:40 PM

Hacía tiempo que el pseudo-holandés había escuchado en las noticias la desaparición de aquella joven de Storybrooke cuando escuchó que en el pueblo se estaban organizando partidas de búsqueda para intentar encontrarla. Él no la conocía personalmente pero se anotó rápidamente a formar parte de los grupos de gente que registrarían el pueblo y las zonas cercanas para dar con la chica. Lo cierto era que Taron ya se esperaba lo pero, el mundo era un lugar complicado y las desgracias siempre estaban a la vuelta de la esquina.

El día anterior le habían comunicado que su grupo de búsqueda estaba encargado de peinar la zona de las minas por lo que en aquel momento el rubio se encontraba en camino hacia el lugar. Al llegar allí se percató de que ya había muchas personas y que probablemente él fuese el último en aparecer. ¿Estarían esperando por él para comenzar?

—Disculpad la tardanza, no encontraba bien el lugar —dijo nada más llegar pues era la primera vez que Taron se acercaba a las minas. Acto seguido se presentó y agregó que él no tenía experiencia en este tipo de actividades, pero que haría todo lo que estuviera en su mano por poder aportar algo de ayuda.

Escuchó las instrucciones del que parecía liderar el grupo, un hombre de mediana edad y con la piel tostada. Después abrió la pequeña mochila que portaba y enseñó a los demás que había venido con una linterna y algunos snacks por si pasaban mucho tiempo en las minas.  

El grupo parecía bastante heterogéneo pero le animó ver que había gente que se sentía confiada en que encontrarían a Elizabeth. Sonrió al chico de ojos rasgados que había dicho aquello y le sonrió para hacerle ver que estaba de acuerdo con su seguridad. Se colocó el casco y se acercó al resto del grupo para avanzar con ellos.

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MINAS SUBTERRÁNEAS | 18:40 PM

—En ese caso, chico... —Comentó a la primera respuesta, procedente de parte de uno de los dos muchachos más mayores.— Irás en la vanguardia. Nos serás más útil ahí.

Palmeó suavemente el hombro de aquel hombre, dándole —de alguna forma— aliento y dejando claro que depositaba así su confianza en él. Probablemente él mismo hubiera querido decir aquellas palabras, ya que de nada servía evaluar las estructuras a la cola de la fila cuando otras cuatro personas, adultas en su totalidad, ya lo habían cruzado por encima, pero Fakhîr conocía las malas jugadas que los nervios le hacían pasar a la gente. Borrón y cuenta nueva.

El otro chaval, el de rasgos asiáticos, pareció también ver oportuno dedicarle unas palabras al grupo. Era al único que reconocía en su grupo, el hijo adoptado de la reconocida familia Payne, y no tenía duda de que era un buen hombre. O al menos lo parecía. Su parte de razón tenía en cuanto a su descripción al grupo... Fakhîr lo tenía muy claro. Si la niña se encontraba en las minas, la encontrarían. No le gustaba trabajar para no obtener ningún beneficio como tampoco abandonar aquel lugar con las manos vacías.

—Una muy buena idea la del pájaro. Irás en segundo lugar. —Concedió el Árabe a la muchacha, quien parecía no tener apenas miedo de lo que podían encontrarse allá dentro. Era muy valiente... O muy incauta.— Pero si las cosas se ponen feas, quiero que te pongas en el último lugar.

Observó durante unos segundos a Ryan y a Taron y añadió.

—Yo iré el tercero. Si por lo que sea el grupo queda dividido, no me quedaré solo. —Dijo mirando de reojo su botiquín. No le importaba lo mal que le pudiera sonar eso, tan solo pensaba en dejar al menor número de miembros posibles sin asistencia médica.— Tú irás detrás, la comida vendrá bien. Y por último el señor Payne.

Podría estar equivocado, pero en su cabeza todo aquello sonaba a un plan perfecto que no podía fallar. Tenía a los miembros más jóvenes de su equipo pegados a él, al arquitecto en la cabeza y al que mejores condiciones físicas tenía en la retaguardia. Aquello, obviamente, podría fluctuar según las necesidades de lo que se encontraran en la mina, pero a voz de pronto no sonaba mal.

—No sabes lo que es capaz de hacer una persona desquiciada... —Dijo como respuesta, ya acercándose a la entrada de la mina mientras encendía la linterna de su casco.— Y no me estoy refiriendo a Elizabeth. Entremos.