Vous êtes une lumière dans l'obscurité (Danielle Coupe)

Vous êtes une lumière dans l'obscurité

"Rabti Hole" | Dani | 21

Al fin viernes, libre del trabajo durante dos días. No era algo frecuente, dado que al trabajar en un hostal, lo más normal es que los días de ocupación por excelencia fuesen lo sábados y domingos, días por tanto que André nunca tenía libres. A excepción de aquel fin de semana, las ventajas de que fuese temporada baja.

Por lo que, aprovechando aquella tarde-noche de libertad, André se encaminó a "The Rabbit Hole". Y es que, cómo iba a desaprovechar aquel día en casa, tirado en el sofá, viendo películas, o aquellas cosas que la gente aburrida hacía, y de las cuales André no tenía ni idea, pues, ¿acaso era él un soso? Eso jamás.

André se aproximó a la barra, observando a la joven que aquel día estaba sirviendo las cervezas. Sin duda una muchacha guapa, que atrajo la mirada del americano. Estaba solo, y ella por lo visto, también... aunque claro, estaba trabajando, pero eso era una minucia cuando se convertía en el objetivo de las atenciones de André. - Bon noire mademoiselle... -

André se situó en una de las banquetas de la barra colocando el brazo sobre la antigua madera de roble. - Pardon si mis palabras resultan... ¿cómo se dice en este idioma?, ¿excesivas? Pero debo decir que es lo más bello que he visto jamás en este antro. Vous êtes une lumière dans l'obscurité - emitió tendiéndole la mano, de forma galante. Aquella noche ligaba, y aquella dama iba a ser el objeto que caería rendida ante su galantería.

Vous êtes une lumière dans l'obscurité

"Rabbit Hole" | André | 21

Los viernes, víspera de fista, el bar siempre estaba lleno, especialmente a esas horas.
Por eso, Danielle no hacía que preguntarse dónde se había metido la gente mientras se dedicaba a pasar repetidamente un trapo por la barra de forma mecánica, tratando de recordar si últimamente había abierto algún otro antro que les hiciera competencia.

Pero Dani no se quejaba, a pesar de que eso significaba recaudar menos dinero. No tenía que agobiarse por el número de gente que hablaba a la vez y se agolpaba en la barra, no tenía qud aguantar con buena cara a borrachos que no sabían ni lo que decían, ni tampoco tenía que sonreír educadamente a los improperios de ese tipo de hombres.
Hacía tiempo que había perdido la cuenta de las barbaridades que tipos con varias cosas de más la habían soltado en noches como esta, por eso sonrió con sinceridad cuando un joven bastante atractivo entró en el local y se comportó como un galán.

Estuvo a punto de soltar un "¿De qué libro has salido?", pero estaba claro que se trataba del Don Juan. El español, el de Zorrilla, el que acababa bien, para ser exactos.
Con ese rostro de ángel, ¿qué depravada doña Inés no intercedería por él en el Juicio Final?

El chico rezumaba confianza en sí mismo, y a Dani no la extrañaba en absoluto, mucho menos cuando se presentó como un nativo de la ciudad del amor... No iba a ser una tarde aburrida, al fin y al cabo. La joven también sabía coquetear, y podría divertirse un buen rato con el chico, porque no iba a caer rendida a sus pies tan fácilmente como él parecía creer.
Necesitaba que le bajaran un poco de las nubes, ¿y quién mejor que la medio francesa para hacerlo?

Y, sin embargo, no pudo evitar ruborizarse y bajar un poco la vista. Sabía lo que se hacía, vaya que sí, nada que ver con los burdos "piropos" (que ni siquiera podían considerarse como tales) habituales en los hombres de su edad.

- Vous parlez français aussi? -respondió con picardía, tendiéndole la mano a su vez e inclinándose sobre el mostrador sin perder la sonrisa.- Es usted realmente encantador, monsieur... Resulta muy halagador escuchar eso, aunque sin duda, exagera. -rió suavemente, se separó de la barra y guardó el trapo que había estado paseando por la misma hasta que el joven hizo acto de presencia en el local. Imitó el acento francés del joven un rato, pero la frase siguiente careció de todo rastro europeo.- ¿Y qué puede ofrecerle esta luz? ¿Tal vez algo de beber?

Preguntó con aire animado, sonriendo al más puro estilo de Rita Hayworth.

Ah, el viejo Hollywood... cuánta clase y elegancia se había perdido desde entonces.
Y ahora era ella, junto con un puñado de chicas más, la que tenía que emular a la Hepburn y a muchas otras en teatros de poca monta.