The Price of Magic
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Mensaje por Lev Severnaya Sáb Ene 02, 2016 5:13 pm

People of Mine
Carpintería | Con Iván I. Shatov | 11:45 PM
El señor Severnaya. Ese era su nombre, pero le sonaba raro cuando alguien lo usaba para definirlo como jefe. Cuando llegaba un mensajero al taller de carpintería, y preguntaba por él y algún empleado respondía: "El jefe? Está por allí" a él le seguía sonando extraño. Había tenido ése local y ése negocio desde las primeras semanas de llegar al pueblo; debiera estar acostumbrado a ése trato respetuoso, pero no era así. Era demasiado sencillo para que ésas formalidades fueran con él. Por éso, cuando contrataba a sus empleados, una de las primeras cosas que les pedía era que le llamaran por su nombre. El trato, de tu. Nada de usted. Qué necesidad había? Él también se levantaba temprano para ganarse el pan, no era más ni menos que sus hombres.

Esa mañana había visto a sus chicos dar el callo como nunca. Tres hermosos trabajos terminados habían salido de su taller, los mismos habían entrado y dos estaban a medio terminar. Se merecían una pequeña recompensa, pensó, y a falta de otra cosa mejor, en cuanto tuvo cinco minutos libres salió a hurtadillas del taller, dejando sólo una pequeña nota en su lugar de trabajo. Volvería en un momento, o éso esperaba, si no encontraba mucha cola. Cruzó los dedos por ello dentro de su cazadora marrón, y se dirigió a la cafetería más cercana.

Al final si que hubo algo de cola en la cafetería, por lo que tardó casi un cuarto de hora en regresar con una bandeja de humeantes cafés para llevar. Esperó que al menos estuvieran lo bastante buenos como para que sus hombres le perdonaran la pequeña ausencia, pensó con una sonrisa franca y abierta, abriendo la puerta principal del negocio con un suave empujón del cuerpo y un sonoro mandato en la boca:

- Aquí, todos, ya! Tengo algo para vosotros! -y añadió, con su fuerte acento ruso, mientras acudían.- Espero que os guste el café!
Lev Severnaya
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Mensaje por Ivan I. Shatov Lun Ene 11, 2016 12:13 am

People of Mine
Carpintería | Con Lev Severnaya | 11:45 PM
Tras abandonar su vida en Rusia, si es que a su existencia en ese entonces podía denominársele de ese modo, no pensó que encontraría un lugar en el que pudiese sentirse cómodo. Por fortuna, se había equivocado. Lev Severnaya se había convertido no sólo en su jefe, en el oficio que había tenido que tomar como trabajo para mantener su coartada, sino en su único fragmento de normalidad traído desde la mismísima Rusia. Puede que Lev sintiera una buena voluntad hacia los norteamericanos que en veces le extrañaba más de lo que realmente lo irritaba, pero a veces podía hablar ruso con él, y cuando estaba de pie a su lado no se sentía tan gigante como se sentía con el resto de americanos mucho más bajitos que él, o quizás sí, pero podía sentirse de ese modo con alguien a quien le pasaba igual.

Lev, además, era un hombre tranquilo de gustos sencillos. Las tardes –y seguramente varias noches- se le iban tallando juguetes de madera para los chicos del pueblo, en particular para los de recursos más bajos y para aquellos que no tenían padres que se preocuparan por ellos. Le daba cierta nostalgia, quizás infundamentada tomando en cuenta que él ya era un muchacho cuando llegó al orfanato. De cualquier modo, había visto a muchos chicos pelear por los escasos juguetes, recordaba bien las lágrimas en las caritas regordetas de los más pequeños. Todo eso hacía que respetara a Lev a un nivel personal y profesional, y que se sintiera en confianza cuando compartían algún rato juntos, además, era agradable poder saludar a alguien en los días festivos de Rusia.

Entre todo eso, no podía quejarse –nunca lo había hecho antes y estar en suelo norteamericano no lo cambiaría- al levantarse temprano por la mañana para llegar al trabajo con la luz del sol apenas asomándose. Ese día había estado trabajando en una cómoda cajonera que había terminado de ensamblar el día anterior. Para cuando terminó la primera capa de barniz escuchó la voz del jefe llamándolos. Se limpió las manos con un trapo y se acercó no sin algo de curiosidad. Hubo exclamaciones de aprobación y gratitud, en cuanto pudo ver a Lev lo entendió. Había estado haciendo un frío espantoso en el pueblo, las nevadas durante la noche incluso podían tornarse peligrosas, pero él estaba acostumbrado a fríos muchos peores. De cualquier modo agradeció el café cuando le fue ofrecido y bebió un poco. El resto de los trabajadores pronto encontraron un lugar dónde sentarse, calentándose un poco antes de animarse a salir del taller para volver a sus propias casas. Él tomó un lugar cercano al jefe, dando un trago más antes de dirigirse a él. — ¿Alguna vez estuviste en Oymyakon? — le preguntó, sintiendo un dejo de nostalgia ante la pequeñísima comunidad en la que vivió por algunos años. — Cuando era un muchacho visité ese pueblo y vi a peces congelarse a los pocos segundos de que los sacaban del agua. — le contó. No sonrió, pero en sus ojos se veía que sus recuerdos eran agradables aunque probablemente la hubiese pasado muy mal durante esa temporada, en esa tierra tan helada.
Ivan I. Shatov
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